jueves, 23 de agosto de 2012

ZANAHORIAS Y VIEJOS RECUERDOS DE INFANCIA

Ver crecer las zanahorias me ha traido viejos recuerdos, hermosos recuerdos de mi infancia, de las vacaciones de verano en Baltanás. Por aquel entonces, mis vacaciones eran largas, marchaba con mis abuelos al acabar el colegio, a primeros de Junio y no volvíamos hasta que empezaba de nuevo, a finales de Septiembre. ¡Eso si que eran vacaciones!. Mis padres, como los demás padres no tenían tanta fiesta y venían al pueblo el mes de agosto reglamentario y luego, en Septiembre nos iban a buscar a mis abuelos y a mi (de aquella solo habia un coche en la familia y gracias).
 
Recuerdo que nos sentábamos en la campa a esperales cuando venian, siempre anochecía, el viaje de Bilbao a Palencia era largo y de malas carreteras, aunque agora resulte dificil se tardaba mucho en llegar. Mirábamos al horizonte, a lo lejos, por donde debian llegar y cuando veiamos las luces de un coche (apenas pasaba ninguno) gritábamos _"Esos son, esos son"_. No tengo ni idea del montón de kilómetros que habría desde donde aquellas luces móviles nos hacian soñar con la vuelta de nuestros padres.
 
Mis amigos y yo viviamos en un barrio llamado Fuentepino, el barrio donde veraneábamos todos los vascos  aunque en nuestra pandilla había varias niñas del pueblo como Ana, la hija de la Fe, la que vendía pipas y chuches a los crios del barrio y Pili y su hermana. Luego estaban  Chito, su hermano Edu y yo, otro niño que se llamaba Angelin y que tenía la fachada de la casa pintada con el escudo del atlhetic y a rayas rojiblancas. También estaba Arturín y su madre que se disfrazaba, cantaba y hacia teatro y fiestas para todos los niños.
 Vivia en aquel barrio una mujer, cuyo nombre no recuerdo,  que tenía una huerta en el patio. La puerta de su casa era amarilla.
 
Recuerdo que nos dejaba entrar a su patio y coger zanahorias de la tierra que, alli mismo, sacudíamos y limpiabamos con nuestras camisetas para comérnoslas.
 
No recuerdo su nombre, sólo su puerta amarilla y sus zanahorias plantadas en la tierra.
 
Ese pequeño placer de recoger las zanahorias, sacudirlas, limpiarlas con mi camiseta y comerlas despues, la recuperaré pronto y, en mi corazón, me acordaré de aquella mujer de la que no recuerdo su nombre pero si su hermosa puerta amarilla y...... esas zanahorias......

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