En las primeras novelas de Benito Pérez Galdós
apenas aparecen referencias gastronómicas. Al contrario que su maestro Balzac,
el español tardó en fijarse en las costumbres alimentarias de sus personajes.
Solo en las últimas obras menudean las referencias al vino o a la comida. Por
ejemplo, en La estafeta romántica, volumen epistolar insertado en la
tercera serie de sus Episodios nacionales, dedicó un par de cuartillas a
las recomendaciones que da Demetria -ilustre mayorazga de Laguardia- a su amiga
Pilar para el correcto cultivo de unos tirabeques que le envía para mejorar su
hacienda y su mesa. Estamos en plena Primera Guerra Carlista. Pero Pilar le pide
dicho manjar, a través del común amigo Fernando Calpena, porque "desea de los
grandes torcidos a lo cuerno de carnero, jugosos y mantecosos, como los que le
mandaron de regalo las de Álava, allá en la ominosa década, si no recuerdo mal".
Galdós, en un alarde literario, permite a sus creaciones darse un descanso a
partir de estos guisantes tiernos, que se comen con su vaina, tan deliciosos
cuando frescos y provenientes de un buen y mimado cultivo como considera nuestro
mayor novelista decimonónico. (...)
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