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Recuerdo que nos sentábamos en la campa a esperales cuando venian, siempre anochecía, el viaje de Bilbao a Palencia era largo y de malas carreteras, aunque agora resulte dificil se tardaba mucho en llegar. Mirábamos al horizonte, a lo lejos, por donde debian llegar y cuando veiamos las luces de un coche (apenas pasaba ninguno) gritábamos _"Esos son, esos son"_. No tengo ni idea del montón de kilómetros que habría desde donde aquellas luces móviles nos hacian soñar con la vuelta de nuestros padres.
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Vivia en aquel barrio una mujer, cuyo nombre no recuerdo, que tenía una huerta en el patio. La puerta de su casa era amarilla.
Recuerdo que nos dejaba entrar a su patio y coger zanahorias de la tierra que, alli mismo, sacudíamos y limpiabamos con nuestras camisetas para comérnoslas.
No recuerdo su nombre, sólo su puerta amarilla y sus zanahorias plantadas en la tierra.
Ese pequeño placer de recoger las zanahorias, sacudirlas, limpiarlas con mi camiseta y comerlas despues, la recuperaré pronto y, en mi corazón, me acordaré de aquella mujer de la que no recuerdo su nombre pero si su hermosa puerta amarilla y...... esas zanahorias......
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